Primavera de pueblo también en Bielorrusia. Artículo de Andrea Riccardi

en Famiglia Cristiana

Primavera de pueblo también en Bielorrusia

 

Muy próxima a Moscú, ahora el país desea libertad y va hacia un cambio pacífico

El pueblo existe. Parecía haber desaparecido entre individualismo y redes sociales. Pero existe. No solo en el Líbano, donde protesta por la explosión de Beirut. 

Ahora ha despertado inesperadamente en Bielorrusia, olvidada en el corazón de Europa, entre la Unión Europea y Rusia. Menos de diez millones de habitantes. Aislada y sancionada por Europa. El único país europeo con pena de muerte. Al mando, desde 1994, Alexander Lukashenko, reelegido recientemente de nuevo con un demasiado "generoso" 80% de los votos. El pueblo ha reaccionado: una enorme manifestación se ha extendido desde Minsk, el 16 de agosto, hasta los pueblos. 

Es una sorpresa: el país sufre un sistema represivo y la represión ha sido violenta (y la rabia ha aumentado). La sociedad parecía resignada al sistema de protección social (financiado en parte por Moscú), a la economía industrial estatal (donde los trabajadores eran los primeros partidarios del presidente, elogiado por no haber vendido a los oligarcas como en Rusia), a la vida en el campo. 

Lukashenko acusó rápidamente a agitadores extranjeros y europeos. En realidad las manifestaciones han mostrado la intención del pueblo: no había ningún eslogan contra Rusia o a favor de Europa. 

Los bielorrusos se sienten cercanos a los rusos, pero están cansados de autoritarismo: el falseado resultado electoral ha ofendido la dignidad y la  inteligencia del pueblo. Algunos sectores próximos al presidente han marcado distancias, y en algunas fábricas los trabajadores le han silbado. Uno de sus antiguos partidarios ha afirmado: «¡Primero la libertad! Hemos vivido como esclavos, de acuerdo, pero nuestros hijos ya no serán esclavos». 

Se ha comparado la situación con Ucrania y la revuelta de Maidán. Pero los ucranianos tienen una identidad fuerte, en parte antirrusa (a pesar de la gran presencia de rusófonos), mientras que su identidad nacional ha crecido en Ucrania occidental, que por otra parte es de confesión grecocatólica. ¿Cuál es la reacción de Moscú ante la revuelta bielorrusa? ¿Apoyo militar al presidente? Putin no puede perder Bielorrusia, el último país de Europa próximo a Moscú, aunque Lukashenko no es un aliado devoto, por más que ahora invoque a Moscú por la salvación de su régimen. 

Putin está ante un dilema: intervenir o perder. Malas opciones. Pero hay una tercera opción respetuosa con una sociedad que ha demostrado ser madura y buscar renovación. La transición pacífica sin cambiar el marco geopolítico. Pocos han seguido la historia de la pequeña Armenia, cristiana, protegida por la esfera de influencia rusa de azeríes o turcos: allí la revolución de terciopelo hizo caer al Gobierno, pero dio garantías a Moscú. En Bielorrusia es más complejo, pero posible. 

El pueblo existe en Bielorrusia y Lukashenko, a pesar de tantos años de poder, no lo ha visto. Las revueltas de pueblo se tildan fácilmente de "frágiles", como hace la prensa. Los bielorrusos son gente fuerte (pagaron un durísimo tributo en la II Guerra Mundial: los nazis asesinaron a uno de cada cuatro bielorrusos). 

La transición necesitará la inteligencia de la diplomacia rusa, pero también la prudencia de los europeos, para no confundir a demócratas con antirrusos. La llamada de teléfono del presidente del Consejo europeo,  Charles Michel, a Putin es prometedora. Merkel se mueve en la misma línea, consciente del error que cometió al dejar arrinconados a los rusos en Siria. Y es consciente de la inutilidad de "pequeñas guerras frías" en un mundo que ya está demasiado en guerra. En definitiva, el "deshielo" bielorruso, que no gustaba a nadie, sobre todo a un pueblo rehén, hoy es posible.

Artículo de Andrea Riccardi en Famiglia Cristiana del 30/08/2020

[Traducción a cargo de la redacción]