En la vigilia "Morir de esperanza" se han recordado las más de 36.000 víctimas de los viajes por mar hacia Europa desde 1989 hasta hoy. Ha sido una celebración emocionante y muy concurrida organizada por la Comunidad de Sant'Egidio junto con otras asociaciones que trabajan con los inmigrantes: Fundación Bayt-al-Thaqafa, Justicia y Paz, Caritas Diocesana, Federación Filipina Kalipi, Fundación Migra Studium y delegación de Pastoral Social.
Entre los inmigrantes, que actualmente ya están en un avanzado proceso de integración, había muchos que han llegado hace pocos días en pateras y también otros que han sido acogidos por Sant'Egidio. Gabriel, un joven camerunés de 18 años, cruzó el desierto hasta llegar a Tánger desde donde pasó el estrecho de Gibraltar en una patera. Recordó a algunos de sus compañeros que murieron en la travesía y dijo: "es la primera vez desde que llegué a Europa que me he sentido realmente igual que todos: una verdadera familia humana".
Passy, un camerunés que perdió a su mejor amigo en la travesía por el mar, dijo: "esta oración me ha llegado". Las tragedias en el mar parecen no terminar. En 2017 hubo 3129 víctimas, con una media de casi 10 muertos al día, mientras que desde enero hasta hoy, aunque han disminuido los desembarcos, han muerto 800 personas, sin contar las que han perdido la vida en el desierto o en las fronteras que separan a los países europeos.
En su homilía, el padre Armand Puig, rector del Ateneu Universitari Sant Pacià, recordando la parábola del juicio final, se preguntó: "¿Se puede vivir al margen de los demás? Estamos aquí porque somos un 'nosotros', la oración de un pueblo que recuerda y que conoce la lengua del amor". Y afirmó que "es humano quien descubre la humanidad del otro". El recuerdo de quienes han muerto en el Mediterráneo restaca a las personas del olvido. En la homilía también se recordaron los corredores humanitarios, que para Armand Puig son verdaderas "autopistas de la esperanza", porque de manera legal y segura permiten que las personas refugiadas lleguen a nuestro continente.
En una basílica abarrotada de hombres y mujeres de muchos países del mundo, al lado de quienes les han salvado y acogido, resonaron los nombres de quienes, por el contrario, no lograron cruzar el mar. "Yasmine, Khaled, Christian, Blondine..." no llegaron. El Mediterráneo ha sido un lugar de paz y diálogo en muchos momentos de la historia, pero a ellos les ha robado la vida. Durante la vigilia se pronunciaron en voz alta algunos de los nombres de las personas que han muerto en el mar durante el último año. También se encendieron velas para recordarlas y la basílica se llenó de cantos. Algunos de los asistentes fueron compañeros de viaje de los que fueron recordados.
"Morir de esperanza" quiere ayudar a que no se olviden la esperanza y el sufrimiento de los que buscan protección en Europa, a que no nos resignemos ni acostumbremos a las tragedias, a trabajar por un mundo más humano y más justo. Muchas asociaciones, ante el debate sobre inmigración que se ha abierto estos días, piden que se continúe salvando, acogiendo e integrando a aquellos que huyen de la guerra, y también que se vuelvan a abrir vías legales, ya que solo así nuestras sociedades pueden ser más inclusivas y, por tanto, más seguras.