"Hagamos que las manecillas de los relojes que el seísmo paró vuelvan a funcionar. Domenico Pompili, obispo de Rieti, trae a Asís la voz de las víctimas del terremoto.

#peaceispossible #Amatrice

“Accumoli, Amatrice y Arquata del Tronto tras la trágica noche del terremoto en la que las manecillas de los relojes se pararon, están totalmente desfiguradas". Con estas palabras Domenico Pompili, obispo de Rieti, recuerda el drama de su gente.

Trae a Asís la voz de las víctimas del seísmo: "Primero los gritos, luego el silencio. Las casas, de cunas a tumbas. Los lugares de convivialidad y descanso implosionaron y se desmoronaron, antiguas iglesias quedaron destruidas, preciosos frescos quedaron reducidos a polvo. Las casas de los hombres y la casa del Señor... casi nada quedó a salvo", pero todo esto "no puede y no debe ser la última palabra".

Cayó un mundo, pero –espera el obispo– "no se apagó el espíritu de estos lugares, que el dolor hace aún más sagrados".

"Existe una misión escrita en el lugar, en las piedras y en las montañas, en las tierra que tiene las huellas de san Francisco –ha continuado el obispo–, una misión que hay que honrar. Esta raíz de espíritu, naturaleza e historia no es importante solo para la gente de aquí, para encontrar las fuerzas para volver a empezar".

La solidaridad generosa de todos los italianos, que se movilizó rápidamente, "ha encontrado a una población digna y con compostura".

En la tierra que tiene las huellas de san Francisco, está la sabia que puede y debe alimentar la reconstrucción: "Necesitamos la mirada arraigada en esta cultura. En un mundo en el que la tecnocracia es cada vez más poderosa, las ciudades cada vez más iguales entre sí, las relaciones cada vez más contractuales, hace falta la perspectiva única que se abre en estos lugares.

El tiempo congelado de las manecillas, en aquel instante que se comió las casas y la vida, "debe volver a empezar un tiempo fuerte propicio para el renacimiento”.