ORACIÓN CADA DÍA

Oración de la Santa Cruz
Palabra de dios todos los dias

Oración de la Santa Cruz

Recuerdo de Nunzia, discapacitada mental que murió en Nápoles en 1991, y de todos los discapacitados mentales que se han dormido en el Señor. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración de la Santa Cruz
Viernes 30 de julio

Recuerdo de Nunzia, discapacitada mental que murió en Nápoles en 1991, y de todos los discapacitados mentales que se han dormido en el Señor.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Mateo 13,54-58

Viniendo a su patria, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que decían maravillados: «¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros? Entonces, ¿de dónde le viene todo esto?» Y se escandalizaban a causa de él. Mas Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio.» Y no hizo allí muchos milagros, a causa de su falta de fe.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Jesús vuelve a Nazaret, a su "patria", entre los "suyos". En la sinagoga habla como no lo había hecho jamás, con una sabiduría difícil para alguien de familia humilde y que no hubiera ido a ninguna escuela ni hubiera tenido maestros de prestigio. Eso es lo que sugiere la narración evangélica cuando relata la reacción de sus conciudadanos. Enseñar en la sinagoga consistía en leer y explicar algún pasaje del Primer Testamento. La reacción de los habitantes de Nazaret al comentario que hizo Jesús rebosa asombro: "¿De dónde le viene a este esa sabiduría y esos milagros?". La reacción ante la predicación de Jesús muestra la dureza del corazón de quienes piensan que todos somos lo que hemos sido siempre y que nadie puede cambiar de verdad. La consecuencia de esta concepción resignada de la vida lleva a cerrarse cada uno en su "pueblo" y a no hacer nada. No es realismo, sino triste resignación. Y en el fondo, ignorancia de la vida. Somos capaces de estar todos conectados, de saber en directo lo que ocurre en el mundo, pero no tenemos sueños por nadie, no tenemos la ambición de un mundo distinto, de una vida mejor. Y no logramos conocer a Jesús porque somos ajenos a su sueño de salvar el mundo. En cambio, los pobres, los pecadores, los que necesitan ser amados, los que esperan un mundo mejor, reconocen a Jesús y tienen esperanza en él. Tiene razón Jesús cuando dice: "Un profeta solo carece de prestigio en su patria y entre los suyos". ¡Al Señor no se le conoce de una vez por todas! Debemos seguir escuchándolo con el corazón, cada día, y nos revelará, en las distintas épocas de nuestra vida, el misterio siempre nuevo de su amor.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.