ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Martes 18 de febrero


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Espíritu del Señor está sobre ti,
el que nacerá de ti será santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Santiago 1,12-18

¡Feliz el hombre que soporta la prueba! Superada la prueba, recibirá la corona de la vida que ha prometido el Señor a los que le aman. Ninguno, cuando sea probado, diga: «Es Dios quien me prueba»; porque Dios ni es probado por el mal ni prueba a nadie. Sino que cada uno es probado por su propia concupiscencia que le arrastra y le seduce. Después la concupiscencia, cuando ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, una vez consumado, engendra la muerte. No os engañéis, hermanos míos queridos: toda dádiva buena y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de rotación. Nos engendró por su propia voluntad, con Palabra de verdad, para que fuésemos como las primicias de sus criaturas.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aquí Señor, a tus siervos:
hágase en nosotros según tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

"Feliz el hombre que soporta la prueba", escribe Santiago. Así pone a Jesús en primer lugar y recibe la corona de la vida. Las pruebas no son enviadas por Dios. La carta lo expresa con claridad: "Dios no prueba a nadie". La oración del Padrenuestro dice "no nos dejes caer en la tentación" porque el Señor no lleva al hombre a la tentación. ¡Cuántas veces oímos decir -y alguna vez lo pensamos también nosotros- que el mal viene de Dios! El mal nace de un corazón que cede a las pasiones, que se deja arrastrar por la tentación de pensar solo en uno mismo. Si cedemos a estas pasiones que atraen y seducen, caemos en el pecado, como Caín, que no supo "dominar el instinto" y llegó a asesinar a su hermano. El apóstol nos recuerda que es una locura pensar que podemos controlar solos las pasiones o el pecado; en realidad nos arrastran los instintos y el amor por nosotros mismos. A veces pensamos neciamente que podemos dominar el mal, que lo podemos controlar, como muchas costumbres, pensamientos, tradiciones. En realidad nos dominan. Pero la Carta nos recuerda que podemos confiarnos al Señor para resistir y vencer los ataques del mal. El Padre de la luz no muestra inseguridad, no duda, no muestra variación ni sombra de cambio, a pesar de las numerosas decepciones que le provocamos. El Señor que ha creado el cielo y la tierra -asegura Santiago- prodiga abundantemente sus dones a los hombres; y sobre todo nos engendra con "palabra de verdad". La predicación del Evangelio es como el principio materno que nos engendra a una nueva vida. Nosotros somos la primicia de los hijos de Dios, el germen de la nueva creación.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.