ORACIÓN CADA DÍA

Oración de la Santa Cruz
Palabra de dios todos los dias

Oración de la Santa Cruz

Recuerdo de san Agustín de Canterbury (+ 605 ca.), obispo, padre de la Iglesia inglesa. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración de la Santa Cruz
Viernes 27 de mayo

Recuerdo de san Agustín de Canterbury (+ 605 ca.), obispo, padre de la Iglesia inglesa.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Hechos de los Apóstoles 18,9-18

El Señor dijo a Pablo durante la noche en una visión: «No tengas miedo, sigue hablando y no calles; porque yo estoy contigo y nadie te pondrá la mano encima para hacerte mal, pues tengo yo un pueblo numeroso en esta ciudad.» Y permaneció allí un año y seis meses, enseñando entre ellos la Palabra de Dios. Siendo Galión procónsul de Acaya se echaron los judíos de común acuerdo sobre Pablo y le condujeron ante el tribunal diciendo: «Este persuade a la gente para que adore a Dios de una manera contraria a la Ley.» Iba Pablo a abrir la boca cuando Galión dijo a los judíos: «Si se tratara de algún crimen o mala acción, yo os escucharía, judíos, con calma, como es razón. Pero como se trata de discusiones sobre palabras y nombres y cosas de vuestra Ley, allá vosotros. Yo no quiero ser juez en estos asuntos.» Y los echó del tribunal. Entonces todos ellos agarraron a Sóstenes, el jefe de la sinagoga, y se pusieron a golpearlo ante el tribunal sin que a Galión le diera esto ningún cuidado. Pablo se quedó allí todavía bastantes días; después se despidió de los hermanos y se embarcó rumbo a Siria; con él iban Priscila y Aquila. En Cencreas se había cortado el pelo porque tenía hecho un voto.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

La comunidad de Corinto crecía en número de creyentes, pero al mismo tiempo en problemas y en la hostilidad sobre todo de los judíos. El enfrentamiento era cada vez más áspero. Lo que había comenzado con Cornelio en Cesarea (Hch 10) continuaba a gran escala en Corinto. La competencia entre la sinagoga y la nueva comunidad cristiana, aumentada por la proximidad de los lugares y por la conversión de Crispo, había sido más que vivaz. Pablo, probablemente, se desanimó varias veces y, la visión nocturna que Lucas relata muestra al Señor que se le aparece de noche y le consuela para continuar con su misión en Corinto: "No tengas miedo, sigue hablando y no te calles; porque yo estoy contigo y nadie te atacará para hacerte mal, porque tengo yo un pueblo numeroso en esta ciudad". Pablo aceptó las palabras de consuelo y decidió quedarse otro año y medio en Corinto para predicarles el Evangelio. No solo debía sentir la protección de Jesús en su misión, sino que había además un proyecto preciso del Señor que tenía un pueblo en aquella ciudad. Pablo debe tener una mente y un corazón que se dirija a toda la ciudad. Hay un horizonte estratégico claro: la predicación del Evangelio es para toda la ciudad, para que emerja aquel pueblo grande que el Señor ha elegido. El Señor quiere salvar las ciudades mediante la presencia de su pueblo. Era el desafío para Pablo, es también el desafío para los cristianos de hoy, comunicar el Evangelio en las ciudades (pensemos en las grandes ciudades de hoy que son similares a desiertos de soledad) para que surja su "pueblo numeroso" a menudo escondido e irrelevante. Es el sueño de Dios aún hoy.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.