ORACIÓN CADA DÍA

Oración con los santos
Palabra de dios todos los dias

Oración con los santos

Oración por la unidad de las Iglesias. Recuerdo especial de las Iglesias ortodoxas. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración con los santos
Miércoles 19 de enero

Oración por la unidad de las Iglesias. Recuerdo especial de las Iglesias ortodoxas.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

1Samuel 17,32-33.37.40-51

Dijo David a Saúl: "Que nadie se acobarde por ése. Tu siervo irá a combatir con ese filisteo." Dijo Saúl a David: "No puedes ir contra ese filisteo para luchar con él, porque tú eres un niño y él es hombre de guerra desde su juventud." Añadió David: "Yahveh que me ha librado de las garras del león y del oso, me librará de la mano de ese filisteo." Dijo Saúl a David: "Vete, y que Yahveh sea contigo." Tomó su cayado en la mano, escogió en el torrente cinco cantos lisos y los puso en su zurrón de pastor, en su morral , y con su honda en la mano se acercó al filisteo. El filisteo fue avanzando y acercándose a David, precedido de su escudero. Volvió los ojos el filisteo, y viendo a David, lo despreció, porque era un muchacho rubio y apuesto. Dijo el filisteo a David: "¿Acaso soy un perro, pues vienes contra mí con palos?" Y maldijo a David el filisteo por sus dioses, y dijo el filisteo a David: "Ven hacia mí y daré tu carne a las aves del cielo y a las fieras del campo." Dijo David al filisteo: "Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo voy contra ti en nombre de Yahveh Sebaot, Dios de los ejércitos de Israel, a los que has desafiado. Hoy mismo te entrega Yahveh en mis manos, te mataré y te cortaré la cabeza y entragaré hoy mismo tu cadáver y los cadáveres del ejército filisteo a las aves del cielo y a las fieras de la tierra, y sabrá toda la tierra que hay Dios para Israel. Y toda esta asamblea sabrá que no por la espada ni por la lanza salva Yahveh, porque de Yahveh es el combate y os entrega en nuestras manos." Se levantó el filisteo y fue acercándose al encuentro de David; se apresuró David, salió de las filas y corrió al encuentro del filisteo. Metió su mano David en su zurrón, sacó de él una piedra, la lanzó con la honda e hirió al filisteo en la frente; la piedra se clavó en su frente y cayó de bruces en tierra. Y venció David al filisteo con la honda y la piedra; hirió al filisteo y le mató sin tener espada en su mano. Corrió David, se detuvo sobre el filisteos y tomando la espada de éste de sacó de su vaina, le mató y le cortó la cabeza. Viendo los filisteos que había muerto su campeón, huyeron.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes serán santos
porque yo soy santo, dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Saúl no consigue defender a Israel de los filisteos. Su amenaza se encarna en la persona de Goliat. Es el arquetipo del guerrero. A su terrible armadura le acompañan palabras altisonantes: es imponente y seguro de sí. Israel está atemorizado. Pero he aquí el joven David, que se adelanta impaciente por ver la batalla. Los demás están asustados y no consiguen ni pensar ni hablar. David, sin embargo, se interroga con actitud segura: ¿por qué el Filisteo se atreve a desafiar las huestes del Dios vivo? Es solo un joven pero sabe que el Señor custodia Israel: para él es impensable valorar una batalla prescindiendo de Dios. Su pregunta sobre Goliat, que parece ingenua, es sin embargo un claro reproche a los hermanos y al final al mismo Saúl. David sabe que el Señor está con su pueblo. Va donde Saúl y le habla de su experiencia: ha protegido a su rebaño de un "león y un oso" y reconoce que el Señor es quien protege ante las adversidades. En el texto, ningún otro salvo David pronuncia el nombre de Dios. No duda de la ayuda de Dios. Saúl se convence, responde a David y también él reúne el valor para pronunciar el nombre de Dios. Es como si David le hubiera dado a Saúl el valor y la fe para hablar nuevamente del Señor. Saúl quiere que David imite su conducta y se ponga la armadura para la guerra. Pero David se niega a ser como Saúl, como las naciones o como el filisteo, y propone una alternativa radical: solo cinco piedras lisas. Y he aquí uno frente al otro: por una parte la fuerza militar y por otra la debilidad, el gigante y el muchacho, el que confía en sí mismo y el que confía en Dios. David da testimonio de la fuerza de Dios y, dirigiéndose a Goliat, dice: "Hoy mismo te entrega el Señor en mis manos".

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.