ORACIÓN CADA DÍA

Oración por los pobres
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oración por los pobres
Lunes 29 de noviembre


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Isaías 4,2-6

Aquel día el germen de Yahveh
será magnífico y glorioso,
y el fruto de la tierra
será la prez y ornato
de los bien librados de Israel. A los restantes de Sión
y a los que quedaren de Jerusalén,
se les llamará santos:
serán todos los apuntados
como vivos en Jerusalén. Cuando haya lavado el Señor
la inmundicia de las hijas de Sión,
y las manchas de sangre de Jerusalén haya limpiado
del interior de ella con viento justiciero y viento
abrasador, creará Yahveh
sobre todo lugar del monte de Sión
y sobre toda su reunión,
nube y humo de día,
y resplandor de fuego llameante de noche.
Y por encima la gloria de Yahveh
será toldo y tienda
para sombra contra el calor diurno,
y para abrigo y reparo contra el aguacero y la lluvia.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Nos encontramos ante palabras de esperanza para un pueblo y una ciudad marcadas por la guerra y la destrucción. En ese "germen" el profeta ve la esperanza de un pueblo nuevo que habitará Jerusalén. Esa conciencia empuja al profeta a llamar a aquel pequeño resto, apenas un grupo de supervivientes, santo: es un pequeño germen pero está bendecido por Dios. En efecto, santo es el que acoge el amor de Dios, el que vive en comunión con él, el que obedece a sus mandatos, el que camina a su luz. Cuando los tiempos son difíciles, cuando la violencia del mal y de la guerra destruyen hombres y cosas, Dios no está lejos, aunque pueda parecer poco visible. El Señor ha asumido un compromiso de fidelidad con ese pequeño resto. No solo no lo abandona, sino que lo acompaña y lo protege. Ese germen -asegura el profeta- "será magnífico y glorioso", se convertirá en un árbol grande que produce frutos de bien para todos. La profecía de Isaías se nos vuelve a proponer al comienzo de este tiempo de Adviento y se convierte para nosotros en una invocación al Señor para que esté a nuestro lado y nos libre del mal. Él lavará "la inmundicia de las hijas de Sion", limpiará "las manchas de sangre de Jerusalén ... del interior de ella con viento justiciero y viento abrasador" y será una protección para todos. La misericordia de Dios hace "germinar" la paz en todas las tierras, incluso en las áridas y devastadas. La "gloria de Dios", es decir, su misericordia, nos acompaña día y noche. Así como sucedió a lo largo del camino del éxodo, cuando "de día en columna de nube... y de noche en columna de fuego, para alumbrarlos" acompañaba al pueblo, y la protección de Dios, "como una tienda" les resguardaba del calor del día y del frío o de la lluvia en la noche. El Señor es aquel que en la historia está junto a su pueblo como se reveló a Moisés en la zarza ardiente: "Yo soy el que soy" (Ex 3,14), el que está cerca de ti, para siempre.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.