ORACIÓN CADA DÍA

Oración por los pobres
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oración por los pobres
Lunes 14 de junio


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Mateo 5,38-42

«Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra: al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

La ley antigua que prescribía "ojo por ojo, diente por diente" quería regular la venganza para evitar que fuera ilimitada e implacable. Era sin duda una sabia disposición para evitar abusos y desequilibrios. Pero no tenía la fuerza de terminar con el odio. El camino que propone Jesús es el de un amor sobreabundante. No venceremos al mal con otro mal, aunque esté regulado, sino únicamente con un bien aún mayor. Con estas afirmaciones Jesús invertía una idea extendida de su tiempo. También nosotros vivimos en una cultura impregnada por el espíritu de venganza y de reivindicación. No hay más que pensar en los prejuicios que condicionan los comportamientos públicos y la sensibilidad de gran parte de la población ante los presos. A pesar de que la ciencia jurídica prevé la cárcel como "redención" de la culpa y no como venganza por parte de la sociedad, el sentir común es bien distinto. El Evangelio pide a los discípulos no solo que borren la venganza de sus comportamientos, sino que inviertan incluso el instinto vengativo y ofrezcan la otra mejilla. Esta enseñanza ha sido a menudo objeto de incomprensión e incluso de burla. Por desgracia crece desenfrenadamente en nuestras sociedades una mentalidad vengativa que envenena las relaciones entre las personas. Jesús quiere que crezcan sentimientos de fraternidad entre nosotros. No quiere en modo alguno proponer una lógica de violencia y de muerte. Él vino a instaurar un nuevo modo de vivir que gire en torno al amor por los demás. Es el camino para derrotar el mal con el bien. En el camino del amor el discípulo da el manto a quien se lo pide, está dispuesto a recorrer el doble de kilómetros a quien le pide compañía y no vuelve la espalda a quien le pide ayuda. Con este amor se corta el mal desde su nacimiento y se abre el camino para una vida digna para todos.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.