ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia
Jueves 25 de febrero


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Yo soy el buen pastor,
mis ovejas escuchan mi voz
y devendrán
un solo rebaño y un solo redil.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Mateo 7,7-12

«Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al llama, se le abrirá. ¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le dé una piedra; o si le pide un pez, le dé una culebra? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan! «Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas.

 

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Jesús, después de habernos dado el "Padre nuestro", vuelve a insistir en la eficacia de la oración; y lo hace de una manera muy clara: "Pedid y se os dará". Jesús sabe bien que es fácil dejarse llevar por la duda y la incertidumbre; y nos exhorta a no dudar del Señor y de su amor. Somos sus hijos y Él, como un padre, está atento a nuestra oración. Escuchar a Dios es la base de nuestras oraciones. Jesús insiste en decirnos que el Padre escucha y ejemplifica esta enseñanza con una imagen fácilmente comprensible: ¿Puede un padre ser sordo a la invocación de sus hijos? Pero, viendo quizás la mirada todavía incrédula de los discípulos, Jesús insiste para que se elimine cualquier incertidumbre por pequeña que sea: "Todo el que pide recibe; el que busca, halla". Esta convicción, es importante insistir, no se basa en la calidad de nuestra oración (obviamente necesaria), sino en la misericordia ilimitada de Dios. Jesús continúa presentando a Dios como un padre amoroso que, obviamente, solo puede dar cosas buenas a sus hijos. Advierte: si los padres de la tierra no dan piedras en vez de pan, cuánto más el Padre celestial, que es verdaderamente bueno, cuidará y protegerá a sus hijos. Por lo tanto, la oración siempre es eficaz, aunque no seamos nosotros los que la midamos. El pasaje del Evangelio se cierra con una norma, llamada "regla de oro", presente también en otras tradiciones religiosas: "Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos". Estas palabras, vividas por Jesús, adquieren la novedad de un amor que no se pone ningún límite: él nos entregó su amor sin esperar nada a cambio de nuestra parte. Esta es la regla de oro de la vida cotidiana.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.