ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los santos y de los profetas

Jornada Europea de recuerdo de la Shoá. Liberación del campo de concentración de Auschwitz. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas
Miércoles 27 de enero

Jornada Europea de recuerdo de la Shoá. Liberación del campo de concentración de Auschwitz.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Marcos 4,1-20

Y otra vez se puso a enseñar a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a él que hubo de subir a una barca y, ya en el mar, se sentó; toda la gente estaba en tierra a la orilla del mar. Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas. Les decía en su instrucción: «Escuchad. Una vez salió un sembrador a sembrar. Y sucedió que, al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino; vinieron las aves y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida por no tener hondura de tierra; pero cuando salió el sol se agostó y, por no tener raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; crecieron los abrojos y la ahogaron, y no dio fruto. Otras partes cayeron en tierra buena y, creciendo y desarrollándose, dieron fruto; unas produjeron treinta, otras sesenta, otras ciento.» Y decía: «Quien tenga oídos para oír, que oiga.» Cuando quedó a solas, los que le seguían a una con los Doce le preguntaban sobre las parábolas. El les dijo: «A vosotros se os ha dado el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas, para que por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone.» Y les dice: «¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, entonces, comprenderéis todas las parábolas? El sembrador siembra la Palabra. Los que están a lo largo del camino donde se siembra la Palabra son aquellos que, en cuanto la oyen, viene Satanás y se lleva la Palabra sembrada en ellos. De igual modo, los sembrados en terreno pedregoso son los que, al oír la Palabra, al punto la reciben con alegría, pero no tienen raíz en sí mismos, sino que son inconstantes; y en cuanto se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumben en seguida. Y otros son los sembrados entre los abrojos; son los que han oído la Palabra, pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y las demás concupiscencias les invaden y ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Y los sembrados en tierra buena son aquellos que oyen la Palabra, la acogen y dan fruto, unos treinta, otros sesenta, otros ciento.»

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes serán santos
porque yo soy santo, dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Jesús está de nuevo a orillas del lago de Galilea; y aquí, todavía "tanta gente", escribe Marcos, se reúne a su alrededor. El Evangelio de Marcos, en el cuarto capítulo, recoge diversas parábolas. La parábola del sembrador es la primera que Jesús pronuncia. Es uno de los más conocidas e importantes del Evangelio; y la razón está clara desde la primera palabra que Jesús pronuncia: "Escuchad". De hecho, escuchar es decisivo cuando uno está ante Jesús. Jesús considera esta parábola -es la famosa parábola del sembrador- tan importante que le dice a sus discípulos que si no entienden esta tampoco pueden entender las otras. Jesús, esta vez, explica directamente el sentido de la parábola. Comienza con esa declaración realista: "Una vez salió un sembrador a sembrar"; luego describe la acción de la siembra. Lo que llama la atención en la narración, sobre todo, es la generosidad del sembrador: lanza la semilla por todas partes y en gran cantidad, aunque se encuentre en terrenos duros y poco acogedores. Es evidente el contraste entre la generosidad del sembrador y la falta de acogida de los diferentes suelos: se va por el camino, al camino pedregoso hasta el buen terreno; pero debemos tener cuidado. Los diferentes campos no son diferentes categorías de personas. En realidad, cada uno de nosotros representa los diferentes terrenos. A veces nuestro corazón es como el camino, duro e impenetrable. Estos son los momentos de ese exasperado e impenetrable individualismo. La Palabra de Dios se predica sin parar pero no dejamos que nos raye el corazón; y todo para nosotros continúa como siempre. Afortunadamente, el sembrador siempre sale a sembrar; y puede encontrar un corazón más disponible. Otras veces nuestro corazón está tan lleno de preocupaciones por nosotros mismos que el Evangelio está lleno de espinas y la semilla recibida no puede florecer. Otras veces estamos más atentos a acoger la Palabra de Dios y aquí brotan frutos de amor, de bien, de misericordia, de solidaridad, quizás no todos con la misma intensidad. Y aquí también la gracia está en el sembrador que continúa sembrando la Palabra de Dios. La disponibilidad para escuchar la Palabra con un corazón abierto y dispuesto corresponde a la tierra arada y lista para recibir la semilla. La semilla es siempre una cosa pequeña, como el Evangelio, y necesita ser acogida, meditada y puesta en práctica. Jesús continúa sembrando aún hoy, y con generosidad. Bienaventurados nosotros si lo acogemos y lo hacemos crecer. Los frutos son preciosos para nosotros y para el mundo.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.