ORACIÓN CADA DÍA

Oración por la Paz
Palabra de dios todos los dias

Oración por la Paz

Comienza la semana de oración por la unidad de los cristianos. Recuerdo especial de la Iglesia Católica.
En la basílica de Santa María de Trastevere se reza por la paz.
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Libretto DEL GIORNO
Oración por la Paz
Lunes 18 de enero

Comienza la semana de oración por la unidad de los cristianos. Recuerdo especial de la Iglesia Católica.
En la basílica de Santa María de Trastevere se reza por la paz.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Marcos 2,18-22

Como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vienen y le dicen: «¿Por qué mientras los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan, tus discípulos no ayunan?» Jesús les dijo: «¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Mientras tengan consigo al novio no pueden ayunar. Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán, en aquel día. Nadie cose un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, pues de otro modo, lo añadido tira de él, el paño nuevo del viejo, y se produce un desgarrón peor. Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo, el vino reventaría los pellejos y se echaría a perder tanto el vino como los pellejos: sino que el vino nuevo, en pellejos nuevos.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El evangelista habla de los discípulos del Bautista y de los fariseos que, como siempre ocurre a los que se consideran justos, se sintieron autorizados a dirigirse a Jesús para preguntarle por qué sus discípulos no practicaban el ayuno que, aunque no era obligatorio, elevaba el espíritu. Su crítica, en realidad, se dirigía más al maestro que a los discípulos. Jesús, en lenguaje parabólico, responde que no son las prácticas externas las que hacen que los corazones de las personas sean puros e inmaculada la vida de los hombres. Es puro el que recibe al Mesías, el Enviado de Dios, como se recibe al novio, por lo tanto con un ambiente de celebración. Jesús, por supuesto, quería hacer entender que él era el novio que había venido; y cuando el novio viene, los amigos no pueden ayunar. Sería indecoroso que el novio esperara, precisamente, amigos que están de fiesta y asistiendo al banquete de bodas. No el ayuno y la penitencia. Sin embargo, Jesús advierte que también vendrán tiempos difíciles para los amigos del novio, especialmente cuando se les quite el novio; y entonces será el momento del ayuno. De ahora en adelante Jesús predice, aunque veladamente, su pasión y muerte. Es entonces cuando los momentos de sufrimiento llegarán. Así que de hecho ha sucedido: desde el comienzo del cristianismo hasta nuestros días innumerables creyentes, hombres y mujeres, han sufrido persecución por su fe y han resistido hasta el derramamiento de la sangre. Jesús, entonces, con dos imágenes, deja claro que el discípulo debe renovar toda su vida. El Evangelio es el vino nuevo que hace nuevos, es decir, alegres hasta el exceso, los corazones de los que lo beben. El corazón de los que están llenos de sí mismos es como un odre viejo, incapaz de aceptar la novedad del Evangelio; y el paño nuevo del que habla Jesús es el manto tejido con los hilos del amor que no tiene nada que ver con el viejo y desgastado trapo del propio egocentrismo. Los discípulos comprendieron que la salvación no reside en vanagloriarse de las propias obras, tal vez incluso buenas como el ayuno, sino en amar a Jesús por encima de todas las cosas, como la novia ama a su novio.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.