ORACIÓN CADA DÍA

Liturgia del domingo
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Libretto DEL GIORNO
Liturgia del domingo
Domingo 20 de septiembre

XXV del tiempo ordinario


Primera Lectura

Isaías 55,6-9

Buscad a Yahveh mientras se deja encontrar,
llamadle mientras está cercano. Deje el malo su camino,
el hombre inicuo sus pensamientos,
y vuélvase a Yahveh, que tendrá compasión de él,
a nuestro Dios, que será grande en perdonar. Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos,
ni vuestros caminos son mis caminos - oráculo de
Yahveh -. Porque cuanto aventajan los cielos a la tierra,
así aventajan mis caminos a los vuestros
y mis pensamientos a los vuestros.

Salmo responsorial

Salmo 144 (145)

Yo te ensalzo, oh Rey Dios mío,
y bendigo tu nombre para siempre jamás;

todos los días te bendeciré,
por siempre jamás alabaré tu nombre;

grande es Yahveh y muy digno de alabanza,
insondable su grandeza.

Una edad a otra encomiará tus obras,
pregonará tus proezas.

El esplendor, la gloria de tu majestad,
el relato de tus maravillas, yo recitaré.

Del poder de tus portentos se hablará,
y yo tus grandezas contaré;

se hará memoria de tu inmensa bondad,
se aclamará tu justicia.

Clemente y compasivo es Yahveh,
tardo a la cólera y grande en amor;

bueno es Yahveh para con todos,
y sus ternuras sobre todas sus obras.

Te darán gracias, Yahveh, todas tus obras
y tus amigos te bendecirán;

dirán la gloria de tu reino,
de tus proezas hablarán,

para mostrar a los hijos de Adán tus proezas,
el esplendor y la gloria de tu reino.

Tu reino, un reino por los siglos todos,
tu dominio, por todas las edades.
(Nun.) Yahveh es fiel en todas sus palabras,
en todas sus obras amoroso;

Yahveh sostiene a todos los que caen,
a todos los encorvados endereza.

Los ojos de todos fijos en ti, esperan
que les des a su tiempo el alimento;

abres la mano tú
y sacias a todo viviente a su placer.

Yahveh es justo en todos sus caminos,
en todas sus obras amoroso;

cerca está Yahveh de los que le invocan,
de todos los que le invocan con verdad.

El cumple el deseo de los que le temen,
escucha su clamor y los libera;

guarda Yahveh a cuantos le aman,
a todos los impíos extermina.

¡La alabanza de Yahveh diga mi boca,
y toda carne bendiga su nombre sacrosanto,
para siempre jamás!

Segunda Lectura

Filipenses 1,20-27

conforme a lo que aguardo y espero, que en modo alguno seré confundido; antes bien, que con plena seguridad, ahora como siempre, Cristo será glorificado en mi cuerpo, por mi vida o por mi muerte, pues para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. Pero si el vivir en la carne significa para mí trabajo fecundo, no sé qué escoger... Me siento apremiado por las dos partes: por una parte, deseo partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; mas, por otra parte, quedarme en la carne es más necesario para vosotros. Y, persuadido de esto, sé que me quedaré y permaneceré con todos vosotros para progreso y gozo de vuestra fe, a fin de que tengáis por mi causa un nuevo motivo de orgullo en Cristo Jesús cuando yo vuelva a estar entre vosotros. Lo que importa es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo, para que tanto si voy a veros como si estoy ausente, oiga de vosotros que os mantenéis firmes en un mismo espíritu y lucháis acordes por la fe del Evangelio,

Lectura del Evangelio

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ayer fui sepultado con Cristo,
hoy resucito contigo que has resucitado,
contigo he sido crucificado,
acuérdate de mí, Señor, en tu Reino.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Mateo 20,1-16

«En efecto, el Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Salió luego hacia la hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados, les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo." Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo. Todavía salió a eso de la hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: "¿Por qué estáis aquí todo el día parados?" Dícenle: "Es que nadie nos ha contratado." Díceles: "Id también vosotros a la viña." Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: "Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros." Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno. Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también cobraron un denario cada uno. Y al cobrarlo, murmuraban contra el propietario, diciendo: "Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor." Pero él contestó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?". Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos.»

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ayer fui sepultado con Cristo,
hoy resucito contigo que has resucitado,
contigo he sido crucificado,
acuérdate de mí, Señor, en tu Reino.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Homilía

En el libro de Isaías leemos: "Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros proyectos son mis proyectos -oráculo del Señor-. Pues cuanto se elevan los cielos sobre la tierra, del mismo modo se elevan mis proyectos sobre los vuestros y mis pensamientos sobre los vuestros" (Is 55,8-9). Efectivamente, el amor de Dios es mucho mayor que el nuestro, pero solo si nos comparamos con sus pensamientos y sus proyectos, si reconocemos lo poco que somos y, conformándonos a él, nos encontramos a nosotros mismos. Jesús es distinto a la mentalidad del mundo. Ese es también el significado que tiene la parábola de los obreros de última hora, que encontramos en Mateo. Aquella parábola causó extrañeza entre los oyentes de Jesús, pues el gesto del propietario de la viña de dar el mismo salario a los que habían trabajado todo el día y a los que habían trabajado únicamente una hora era totalmente ajeno a la justicia salarial habitual. Conocemos bien la parábola. Un empresario agrícola que necesitaba mano de obra para su viña va a la plaza a buscar obreros a primera hora de la mañana. Pacta con ellos una cantidad como compensación. Sigue necesitando mano de obra y va a buscar obreros hasta cinco veces. La última vez invita a los que todavía estaban esperando. Estos contestan: "Es que nadie nos ha contratado". Es una frase que hace que muchos que están desempleados, jóvenes y menos jóvenes, piensen no solo o no tanto en el trabajo remunerado sino en el trabajo por construir una vida solidaria. Al atardecer, continúa la parábola, empiezan los pagos. Los últimos reciben un denario cada uno. Los primeros, al verlo, piensan que van a recibir más. Es lógico pensarlo, y tal vez también es justo. La sorpresa al verse tratados como los últimos los lleva a murmurar contra el propietario, y sienten la tentación de decir que no es justo. Y en efecto, quien escucha la parábola (tal vez también nosotros) tiende a compartir estos sentimientos. Pero ahí justamente radica la distancia entre el cielo y la tierra.
Hay que aclarar que Jesús no quiere impartir una lección de justicia social sino que quiere mostrar cómo actúa el Padre, su misericordia, que va más allá de la manera habitual de pensar de los hombres. Esta extraordinaria misericordia crea murmuraciones y escándalo. No es que Dios reparta caprichosamente su recompensa, dando a algunos más y a otros menos. Dios no hace injusticia a nadie y aún menos es un desjuiciado. En realidad la grandeza de su bondad le impulsa a dar a todos según su necesidad. La justicia de Dios no se basa en un abstracto principio de equidad, sino que se mide según la necesidad de sus hijos. Esta parábola nos hace reflexionar sobre la gran sabiduría que contiene este camino que se nos indica. La recompensa consiste en ser llamado a trabajar para la viña del Señor y en la consolación que ello da, independientemente de si uno lleva mucho o poco tiempo trabajando en ella.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.