ORACIÓN CADA DÍA

Martes santo
Palabra de dios todos los dias

Martes santo

Martes santo
Recuerdo de los nuevos mártires. Recuerdo de Tijón, patriarca de Moscú y de todas las Rusias, muerto en 1925, y con él de todos los confesores y mártires de la Iglesia ortodoxa rusa durante el régimen comunista. Recuerdo del genocidio de 1994 en Ruanda.
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Libretto DEL GIORNO
Martes santo
Martes 7 de abril

Martes santo
Recuerdo de los nuevos mártires. Recuerdo de Tijón, patriarca de Moscú y de todas las Rusias, muerto en 1925, y con él de todos los confesores y mártires de la Iglesia ortodoxa rusa durante el régimen comunista. Recuerdo del genocidio de 1994 en Ruanda.


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Juan 13,21-33.36-38

Cuando dijo estas palabras, Jesús se turbó en su interior y declaró: «En verdad, en verdad os digo
que uno de vosotros me entregará.» Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba. Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús. Simón Pedro le hace una seña y le dice: «Pregúntale de quién está hablando.» El, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: «Señor, ¿quién es?» Le responde Jesús: «Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar.» Y, mojando el bocado, le toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote. Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dice: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto.» Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía. Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que nos hace falta para la fiesta», o que diera algo a los pobres. En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche. Cuando salió, dice Jesús: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre
y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él,
Dios también le glorificará en sí mismo
y le glorificará pronto.» «Hijos míos,
ya poco tiempo voy a estar con vosotros.
Vosotros me buscaréis,
y, lo mismo que les dije a los judíos,
que adonde yo voy,
vosotros no podéis venir,
os digo también ahora a vosotros. Simón Pedro le dice: «Señor, ¿a dónde vas?» Jesús le respondió: «Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde.» Pedro le dice: «¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti.» Le responde Jesús: «¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces.»

 

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Ustedes serán santos
porque yo soy santo, dice el Señor.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Jesús sabe bien que su "hora", la de la muerte y resurrección, se está acercando. Su corazón está desbordado de sentimientos y también de contradicciones: no quiere morir pero tampoco quiere huir. Ya ha llegado la hora de su "partida" de este mundo al Padre: está a punto de dejar este mundo. ¿Qué será de ese pequeño grupo de discípulos que ha reunido, cuidado, amado y enseñado? ¿seguirán estando juntos? Jesús sabe que Judas está a punto de traicionarle. A este discípulo poco le ha importado que Jesús se haya inclinado para lavarle los pies. Sin embargo, con sus pies lavados, tocados y quizá hasta besados por Jesús, Judas está a punto de salir a negociar la traición. Con una tristeza indescriptible en el corazón les dice a los apóstoles: "Uno de vosotros me entregará". El desconcierto se apodera de todos. No basta con estar físicamente junto a Jesús, lo que cuenta es la cercanía del corazón y la participación en su diseño de salvación. También nosotros podemos vivir en la comunidad de los discípulos, seguir sus ritmos de vida, pero si no está la adhesión del corazón a su Palabra, si no está la práctica concreta del amor por los más pobres, si no está la comunión con los hermanos, si no está el compromiso por un mundo de justicia y de paz, nuestro corazón se alejará poco a poco, nuestra mente poco a poco se obnubilará y ya no entenderemos su sueño de amor. Obviamente, mientras se difumina el rostro de Jesús, crece cada vez más nuestro "yo". Lo que era amor por Jesús se transforma en culto hacia nosotros mismos y nuestras cosas. De este modo se vuelve normal caer en la traición. Es en el corazón donde se libra la batalla entre el bien y el mal, entre el amor y la desconfianza, y no hay compromisos posibles. Así le sucede a Judas. En estos días, más que pedirnos que le sirvamos, Jesús nos pide estar junto a él, acompañarle y no dejarle solo

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.