ORACIÓN CADA DÍA

Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias

Vigilia del domingo

Recuerdo del profeta Elías, que fue elevado al cielo y dejó su manto a Eliseo. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo
Sábado 20 de julio

Recuerdo del profeta Elías, que fue elevado al cielo y dejó su manto a Eliseo.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Éxodo 12,37-42

Los israelitas partieron de Ramsés hacia Sukkot, unos 600.000 hombres de a pie, sin contar los niños. Salió también con ellos una muchedumbre abigarrada y grandes rebaños de ovejas y vacas. De la masa que habían sacado de Egipto cocieron tortas ázimas, porque no había fermentado todavía; pues al ser echados de Egipto no pudieron tomar víveres ni provisiones para el camino. Los israelitas estuvieron en Egipto 430 años. El mismo día que se cumplían los 430 años, salieron de la tierra de Egipto todos los ejércitos de Yahveh. Noche de guardia fue ésta para Yahveh, para sacarlos de la tierra de Egipto. Esta misma noche será la noche de guardia en honor de Yahveh para todos los israelitas, por todas sus generaciones.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El pueblo se pone en camino. No hay Pascua sin salir, sin ponerse en movimiento. No hay vida nueva y tierra futura sin afrontar el camino, a veces impracticable, difícil, que pone a prueba, pero que lleva hasta la tierra prometida. También Jesús enviará a los suyos hasta los extremos de la tierra para que los cristianos lleven el Evangelio del amor a todos los pueblos. Y corre prisa hacerlo. Sobre todo en esta época en la que la globalización ha acercado a los pueblos en el plano del mercado pero no en el de la fraternidad. No podemos dejar para otro momento el anuncio de la "Buena noticia" que salva. Dios nos pone prisa, porque sabe que la complicidad con el mal no es inocua. Dios tiene prisa por que su pueblo escuche el grito de todos los pueblos de la tierra, sobre todo el de aquel inmenso pueblo de pobres y de descartados que se extiende por todo el planeta. Los hombres, en cambio, muchas veces piensan que el sufrimiento de los pobres y de los cautivos siempre puede esperar. Esta página demuestra con extrema claridad que nadie se salva solo. Por desgracia el virus del individualismo que diluye el sentimiento de formar parte de un único pueblo ha entrado también en el cristianismo. Incluso la libertad a menudo se reduce a cuidar nuestro recinto. De ese modo nos convertimos en esclavos de aquel faraón que se oculta en el corazón de cada uno de nosotros. Tenemos que velar, orar y escuchar la Palabra de Dios. Y tenemos que hacerlo juntos. Toda la creación espera la "pascua", el paso de la muerte a la vida. Dejemos que la Palabra de Dios nos guíe y pongámonos en camino hacia su luz. Esta indica el camino a seguir.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.