ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Martes 25 de junio


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Espíritu del Señor está sobre ti,
el que nacerá de ti será santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Génesis 13,2.5-18

Abram era muy rico en ganado, plata y oro. También Lot, que iba con Abram, tenía ovejas, vacadas y tiendas. Ya la tierra no les permitía vivir juntos, porque su hacienda se había multiplicado, de modo que no podían vivir juntos. Hubo riña entre los pastores del ganado de Abram y los del ganado de Lot. (Además los cananeos y los perizitas habitaban por entonces en el país.) Dijo, pues, Abram a Lot: "Ea, no haya disputas entre nosotros ni entre mis pastores y tus pastores, pues somos hermanos. ¿No tienes todo el país por delante? Pues bien, apártate de mi lado. Si tomas por la izquierda, yo iré por la derecha; y si tú por la derecha, yo por la izquierda." Lot levantó los ojos y vio toda la vega del Jordán, toda ella de regadío - eran antes de destruir Yahveh a Sodoma y Gomorra - como el jardín de Yahveh, como Egipto, hasta llegar a Soar. Eligió, pues, Lot para sí toda la vega del Jordán, y se trasladó al oriente; así se apartaron el uno del otro. Abram se estableció en Canaán y Lot en las ciudades de la vega, donde plantó sus tiendas hasta Sodoma. Los habitantes de Sodoma eran muy malos y pecadores contra Yahveh. Dijo Yahveh a Abram, después que Lot se separó de él: "Alza tus ojos y mira desde el lugar en donde estás hacia el norte, el mediodía, el oriente y el poniente. Pues bien, toda la tierra que ves te la daré a ti ya tu descendencia por siempre. Haré tu descendencia como el polvo de la tierra: tal que si alguien puede contar el polvo de la tierra, también podrá contar tu descendencia. Levántate, recorre el país a lo largo y a lo ancho, porque a ti te lo he de dar." Y Abram vino a establecerse con sus tiendas junto a la encina de Mambré, que está en Hebrón, y edificó allí un altar a Yahveh.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aquí Señor, a tus siervos:
hágase en nosotros según tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Abrahán vive en un mundo de enfrentamientos, de disputas, de guerras. Sin embargo, continúa viviendo la vocación que Dios ha confiado a los hombres: ser hermanos entre ellos. Abrahán y Lot tenían tantas riquezas y ganados que el territorio en el que se encontraban no les permitía convivir fácilmente. Estalló una disputa entre los pastores de Abrahán y los de Lot. Se había puesto en peligro la fraternidad. Había pasado lo mismo cuando Caín no aceptó la diversidad y la debilidad de Abel y llegó a matarlo. Desde entonces todo homicidio es siempre un fratricidio. La tentación de estar solo se transforma fácilmente en querer ser el único. Y la conclusión es la eliminación del otro. Abrahán, que es hombre de paz y de fraternidad porque sigue y escucha la Palabra de Dios, le dice a Lot: "Que no haya disputas entre nosotros... Ahí tienes todo el país ante ti. No hace falta que sigas a mi lado. Si tomas por la izquierda, yo iré por la derecha; y si tú por la derecha, yo por la izquierda". Para defender el valor de la fraternidad y así vivir en la concordia, Abrahán renuncia a la parte más hermosa de la tierra que Dios le había prometido, porque la quería su hermano Lot. Es un gesto extraordinario que demuestra la fuerza de Abrahán, que antepone la fraternidad a todos los intereses. Abrahán sabía que la discordia siempre engendra violencia y conflictos. Este gesto de Abrahán es un ejemplo de extraordinaria fuerza que debe inspirar a todos sus hijos aún hoy. El creyente está llamado -especialmente hoy- a proteger a toda costa la fraternidad entre los pueblos. Lot se instala hacia Sodoma, una ciudad que ya entonces era triste y violenta, mientras que Abrahán va hacia la tierra de Canaán, teniendo siempre al Señor a su lado. Es cierto que Abrahán ya no tiene a su hermano al lado, pero el Señor está con él. Levanta su tienda en Mambré, y allí será donde irá el Señor a visitarlo.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.