LA PREGÀRIA CADA DIA

Liturgia del domingo
Paraula de déu cada dia

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Libretto DEL GIORNO
Liturgia del domingo
Domingo 7 de agosto

XIX del tiempo ordinario


Primera Lectura

Sabiduría 18,6-9

Aquella noche fue previamente conocida por nuestros padres, para que se confortasen al reconocer firmes los juramentos en que creyeron. Tu pueblo esperaba a la vez
la salvación de los justos y la destrucción de sus
enemigos. Y, en efecto, con el castigo mismo de nuestros adversarios,
nos colmaste de gloria llamándonos a ti. Los santos hijos de los buenos ofrecieron sacrificios en secreto
y establecieron unánimes esta ley divina:
que los santos correrían en común las mismas aventuras
y riesgos;
y, previamente, cantaron ya los himnos de los Padres.

Salmo responsorial

Salmo 32 (33)

¡Gritad de júbilo, justos, por Yahveh!,
de los rectos es propia la alabanza;

¡dad gracias a Yahveh con la cítara,
salmodiad para él al arpa de diez cuerdas;

cantadle un cantar nuevo,
tocad la mejor música en la aclamación!

Pues recta es la palabra de Yahveh,
toda su obra fundada en la verdad;

él ama la justicia y el derecho,
del amor de Yahveh está llena la tierra.

Por la palabra de Yahveh fueron hechos los cielos
por el soplo de su boca toda su mesnada.

El recoge, como un dique, las aguas del mar,
en depósitos pone los abismos.

¡Tema a Yahveh la tierra entera,
ante él tiemblen todos los que habitan el orbe!

Pues él habló y fue así,
mandó él y se hizo.

Yahveh frustra el plan de las naciones,
hace vanos los proyectos de los pueblos;

mas el plan de Yahveh subsiste para siempre,
los proyectos de su corazón por todas las edades.

¡Feliz la nación cuyo Dios es Yahveh,
el pueblo que se escogió por heredad!

Yahveh mira de lo alto de los cielos,
ve a todos los hijos de Adán;

desde el lugar de su morada observa
a todos los habitantes de la tierra,

él, que forma el corazón de cada uno,
y repara en todas sus acciones.

No queda a salvo el rey por su gran ejército,
ni el bravo inmune por su enorme fuerza.

Vana cosa el caballo para la victoria,
ni con todo su vigor puede salvar.

Los ojos de Yahveh están sobre quienes le temen,
sobre los que esperan en su amor,

para librar su alma de la muerte,
y sostener su vida en la penuria.

Nuestra alma en Yahveh espera,
él es nuestro socorro y nuestro escudo;

en él se alegra nuestro corazón,
y en su santo nombre confiamos.

Sea tu amor, Yahveh, sobre nosotros,
como está en ti nuestra esperanza.

Segunda Lectura

Hebreos 11,1-2.8-19

La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven. Por ella fueron alabados nuestros mayores. Por la fe, Abraham, al ser llamado por Dios, obedeció y salió para el lugar que había de recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba. Por la fe, peregrinó por la Tierra Prometida como en tierra extraña, habitando en tiendas, lo mismo que Isaac y Jacob, coherederos de las mismas promesas. Pues esperaba la ciudad asentada sobre cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. Por la fe, también Sara recibió, aun fuera de la edad apropiada, vigor para ser madre, pues tuvo como digno de fe al que se lo prometía. Por lo cual también de uno solo y ya gastado nacieron hijos, numerosos como las estrellas del cielo, incontables como las arenas de las orillas del mar. En la fe murieron todos ellos, sin haber conseguido el objeto de las promesas: viéndolas y saludándolas desde lejos y confesándose extraños y forasteros sobre la tierra. Los que tal dicen, claramente dan a entender que van en busca de una patria; pues si hubiesen pensado en la tierra de la que habían salido, habrían tenido ocasión de retornar a ella. Más bien aspiran a una mejor, a la celestial. Por eso Dios no se avergüenza de ellos, de ser llamado Dios suyo, pues les tiene preparada una ciudad... Por la fe, Abraham, sometido a la prueba, presentó a Isaac como ofrenda, y el que había recibido las promesas, ofrecía a su unigénito , respecto del cual se le había dicho: Por Isaac tendrás descendencia. Pensaba que poderoso era Dios aun para resucitar de entre los muertos. Por eso lo recobró para que Isaac fuera también figura.

Lectura del Evangelio

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ayer fui sepultado con Cristo,
hoy resucito contigo que has resucitado,
contigo he sido crucificado,
acuérdate de mí, Señor, en tu Reino.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lucas 12,32-48

«No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino. «Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni la polilla; porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. «Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos! Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre.» Dijo Pedro: «Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?» Respondió el Señor: «¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente? Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda. Pero si aquel siervo se dice en su corazón: "Mi señor tarda en venir", y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a emborracharse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los infieles. «Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ayer fui sepultado con Cristo,
hoy resucito contigo que has resucitado,
contigo he sido crucificado,
acuérdate de mí, Señor, en tu Reino.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Homilía

"No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino." Así empieza el pasaje evangélico de Lucas (12,32) que se nos propone este domingo. Propone nuevamente el corazón de la predicación de Jesús, que es precisamente la llegada del reino. El Evangelio aclara esta idea con la parábola del siervo que se hace cargo de la hacienda cuando se marcha su señor. El administrador, pensando que su señor tardará en volver, se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a emborracharse. Se trata de una escena que a primera vista nos parece exagerada, pero en realidad describe una situación más bien frecuente. En el fondo, las numerosas injusticias y los miles de pequeñas maldades cotidianas que hacen la vida más difícil para todos nacen de esta actitud difusa. En realidad, maltratar a otra persona, además de ser un acto odioso en sí, siempre es un acto violento que, en mayor o menor medida, se vuelve contra su autor. Creo que también en este caso sucede lo mismo que con el problema de la contaminación. Aquel que contamina el medio ambiente, aunque piense que no le afecta, termina por contaminarse también a sí mismo con el aire que respira o con la comida con la que se alimenta. Ocurre lo mismo con los que hacen más difícil la vida a los demás. Actuando así contaminan la vida, y la violencia que han ejercido se vuelve también contra ellos. Por eso el pasaje del Evangelio nos propone que estemos despiertos. El hombre que quiere dormir apaga la lámpara; el que quiere estar despierto cuando vuelva el señor deja la lámpara encendida.
La vigilancia es una virtud que parece un poco en desuso en nuestros días. Sin embargo, es fundamental para nuestra vida. A menudo dejamos que los quehaceres y las angustias nos paralicen. "Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón", dice Jesús. Ese es nuestro problema. El tesoro del cristiano es el Señor, y su vida debe ser una espera. La recompensa de la que habla Jesús, y que recibirán aquellos a los que él encuentre esperando, es una recompensa increíble y subvierte las costumbres habituales: el propio señor se convierte en siervo de los criados, se ciñe, los invita a echarse en los cojines del comedor y pasa a servirles. Esa es la vida plena que viven los que están despiertos no para ellos mismos sino para acoger al Señor.

La pregària és el cor de la vida de la Comunitat de Sant’Egidio, la seva primera "obra". Al final del dia, totes les Comunitats, tant si són grans com si són petites, es reuneixen al voltant del Senyor per escoltar la seva Paraula i dirigir-s'hi en la seva invocació. Els deixebles només poden estar als peus de Jesús, com Maria de Betània, per triar la "millor part" (Lc 10,42) i aprendre'n els seus mateixos sentiments (cfr. Flp 2,5).

Sempre que la Comunitat torna al Senyor, fa seva la súplica del deixeble anònim: "Senyor, ensenya'ns a pregar" (Lc 11,1). I Jesús, mestre de pregària, respon: "Quan pregueu, digueu: Abbà, Pare".

Quan preguem, encara que ho fem dins del cor, mai no estem aïllats ni som orfes, perquè en tot moment som membres de la família del Senyor. En la pregària comuna es veu clarament, a més del misteri de la filiació, el de la fraternitat.

Les Comunitats de Sant'Egidio que hi ha al món es reuneixen als diferents llocs que destinen a la pregària i presenten al Senyor les esperances i els dolors dels homes i les dones "malmenats i abatuts" de què parla l'Evangeli (Mt 9,36). En aquella gent d'aleshores s'inclouen els habitants de les ciutats contemporànies, els pobres que són marginats de la vida, tots aquells que esperen que algú els contracti (cfr. Mt 20).

La pregària comuna recull el crit, l'aspiració, el desig de pau, de guarició, de sentit de la vida i de salvació que hi ha en els homes i les dones d'aquest món. La pregària mai no és buida. Puja incessantment al Senyor perquè el plor es transformi en joia, la desesperació en felicitat, l'angoixa en esperança i la solitud en comunió. I perquè el Regne de Déu arribi aviat als homes.